Todavía estoy aterrizando del viaje de los últimos tres meses; viaje que culminó la tarde del domingo en el Centro de Bellas Artes de Santurce. Y todavía no puedo articular muy bien lo que quisiera comunicar. Lo intento, pero puedo alargarme. Me excusan de antemano.
La Banda de Z, formada por Tony Asencio, Eloy Cruz, Joselito Flores, Benytza Toro, Javier Hernández y Holly Cruz, dirigida, como siempre magistralmente, por mi hermano mayor, Carlos Tato Santiago, se fajó con varios ensayos, algunos viajando al suroeste y los otros viajando a San Juan, ida y vuelta, sorteando lluvias y tapones y trabajando por horas. Joselito y Benytza fueron más allá, trayendo su equipo de sonido para los ensayos en San Juan, de manera desprendida y generosa. La integración de Holly para este concierto fue certera, atinada y muy feliz. Holly también se fajó aprendiendo un repertorio que nunca había tocado en cuestión de algunas semanas. Sin ellos y la seguridad que me dan, no podría cantar con la soltura que requiere un concierto de esta importancia. Yo no me preocupo por la música porque sé que va a estar ahí, segura, afincada y sabrosa. Así que me entrego libre a la canción, como debe ser.
Chabela Rodríguez, Roy Brown, Nore Feliciano y Fabiola Méndez fueron cuatro invitados que no sólo cantaron, sino que se envolvieron solidariamente de una manera que no puedo terminar de agradecer.
Poner un espectáculo como este en escena requiere de un cuidado estético visual que sirva de marco a las canciones y la música, y que se una a la intención de emocionar al escucha-espectador. Tanto la escenografía como la iluminación, diseñadas alrededor de las canciones, fueron creación de mi esposo, Quique Benet, en colaboración con nuestro hijo Luis Benet, y Luis Felipe Rivera. La familia se completa con Chago Benet filmando, y Aire Benet, la nieta, cantando junto a la abuela, o sea, yo.
Pero Quique hizo más. Coordinar el montaje fue un reto, asegurarse de que se monte el sonido a tiempo, que haya suficiente equipo, coordinar las tarimas, el montaje de los instrumentos, y tanto más que no se ve pero debe hacerse. Montar y probar sonido el mismo día de un espectáculo que comienza a las 4 de la tarde no es tarea fácil. Pero el montaje fluyó porque la energía tanto de los sonidistas como de los músicos estaba en sintonía, y aunque siempre es difícil montar un sonido tan complejo, con cuatro invitados, seis músicos y coros, se dio sin mayores tropiezos. Y cuando se levantó el telón, lo que quedaba era darlo todo. Y entonces el público...
No puedo minimizar la importancia de lo que fluye desde el público hasta el escenario. Se siente, y mucho. Se siente el aprecio, la emoción, no solo con los aplausos, sino con las miradas, porque sí, aunque está oscuro, uno ve los rostros de las personas y sabe cuando hay comunicación. Y nosotros la sentimos, esa emoción que nos envían de muchas maneras. Sin ella, cantar y tocar sería solo un esfuerzo fútil, sin sentido, forzado. Nada más hermoso para mí que estar en un escenario, cantando lo que tengo que cantar, y que ese canto haga eco en las almas que escuchan.
Entonces al final, sobre ese escenario, cobra sentido todo el trabajo, las amanecidas, los viajes largos en la carretera, el esfuerzo promocional, los desvelos por la venta de boletos, siempre encontrando gente solidaria que te acompaña, te ayuda en la promoción, te da ánimos. Por eso, este proceso ha sido tan intenso. Y ha sido además fuente de mucho aprendizaje, de reafirmación, de encuentros que resultaron maravillosos, como los de mis tres invitadas, cantoras boricuas, a quienes me acerqué un tanto tímidamente para consultar su disponibilidad para cantar conmigo, y me respondieron con un entusiasmo contagioso y conmovedor. Qué poder tienen las voces de estas mujeres. Y cuánta inteligencia, sensibilidad y dulzura hay en ellas. ¡Bravo!
Y a Roy, a quien me encontré, por esas vueltas que da la vida, en el exilio de ambos, debo agradecer que fue con el con quien grabé mis primeras canciones, como la que dio título a este concierto. Y ahora estamos todavía componiendo y cantando, y seguiremos hasta que el cuerpo y el corazón nos den.
Finalmente, debo decir que este fue mi primer concierto de mi propio trabajo en el Centro de Bellas Artes de Santurce. He estado muchas veces en esos escenarios a través de los años, siempre como invitada, y a mucha honra, o como parte del trabajo conjunto con Roy y Aires Bucaneros. Pero me debía y les debía el que hicimos el domingo, y que se hizo gracias a la iniciativa de Quique y de Producciones Alexandra Fuentes. A David Bernier por la confianza, a Juan Ward y todo el equipo de producción, ¡gracias!
¡Que viva la canción! ¡Que viva Puerto Rico, solidario, combativo y amoroso!
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