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Foto del escritorZoraida Santiago

De la tierra en que nací y el desdoblamiento de esa "tierra"

Escribí De la tierra en que nací desde el balcón de una casona de madera en Adjuntas, en lo alto de una colina, mirando hacia lo que hoy conocemos como el Bosque La Olimpia. Le llaman la casa de las brujas, todavía no sé por qué. La familia de mis amigas la compró cuando ya se llamaba así, y me hicieron una invitación a pasar unos días allí en el año 1979. Yo vivía hacía varios años en Nueva York, y estábamos de visita en Puerto Rico -junto a Roy Brown y el grupo Aires Bucaneros, con el que trabajaba en aquellos años- para participar en varios conciertos e incluso grabar nuestro primer disco. Aquella noche me senté en el balcón a conversar con mis amigos, y la belleza de ese entorno me inspiró unas décimas en glosa. La cuarteta me llegó primero:


De la tierra en que nací

vuelvo a los campos amados.

Cuando la noche ha cantado

sé que lo ha hecho por mí.


Nunca había escrito décimas, a pesar de que entendía muy bien su construcción y sus reglas. Me crié en una familia amante de la música y la poesía, y mi madre, Zayda Buitrago, recitaba El patito feo de Llorens en todas las fiestas y las reuniones familiares (mi madre hubiese sido una maravillosa actriz dramática, pero la hubiéramos perdido como geógrafa y maestra de muchos sobre las maravillas de nuestra geografía). En las reuniones navideñas de nuestra familia paterna se escuchaba música de nuestra trova campesina. Pero nunca me había dado con escribir décimas, y nunca más lo hice. Quizás la cercanía con nuestro campo me guió por esa ruta: los olores, los sonidos, las imágenes que me llegaban, tan reminiscentes de mi infancia y adolescencia, me llevaron por ahí. Y el cuatro de Carl Royce, que también estaba allí esa noche, acompañó mi guitarra cuando salieron las cuatro décimas subsiguientes:


Surge una mágica estrella

en la noche solitaria,

y le envío mi plegaria

sobre el ansia que me acecha.

Veo distancias deshechas,

desde mi astro hasta mí,

esa noche en que yo abrí

mis ojos al infinito

desde este suelo bendito

de la tierra en que nací.

 

Mezcla en colores de mar

horizontes y llanuras,

y parece una locura

la noche plenilunar.

Me he dedicado a buscar

sueños por el descampado,

y aunque aún no me he cansado

de saltar de monte en monte,

desde ese otro horizonte

vuelvo a los campos amados.


Noche de blancos aperos

entre cuatros y guitarras.

Oigo cantar las cigarras

en las cimas de los cerros.

Oigo los ruidos de lejos

que regresan azorados.

Oigo cipreses alados

cantándole a los caminos,

y esos pajareros trinos

cuando la noche ha cantado.

 

Suenan flautas en derroche

las notas de la alborada,

y envueltos en luz dorada,

nacen días de la noche.

La luna parece un broche

prendido al azul turquí:

yo la veo desde aquí

y me sorprende al bajar,

porque se ha puesto a cantar.

Sé que lo ha hecho por mí.


No son perfectas. Pero aquella noche me sentí plenamente en el seno de mi tierra y le escribí lo que mi juventud enamorada de ella me inspiró. Esa noche las canté lentas, como en un lamento. Más tarde adquirieron la forma musical que le dieron mis colegas de Aires Bucaneros. Fue grabada en nuestro segundo disco y llegaron a sonar un poco en la radio de Puerto Rico las Navidades siguientes.


Hoy le añado otro significado. Pienso que podemos reflexionar sobre cómo esta nuestra tierra expande su significado a la Tierra, nuestro planeta. Es también la tierra en la que nací, la única que tenemos como hogar. La que hemos maltratado y castigado duramente, degradándola y poniéndonos a nosotros mismos en riesgo. Quiero entonces desdoblar su significado: reafirmar mi compromiso con mi país, con mi geografía, mis gentes, y como diría el poeta Corretjer, con "los ríos, los valles, las montañas, los bohíos, los pájaros, las plantas y las flores, los caminos del monte y la llanura, las aguas y los picos de la altura..." Porque fue aquí donde nací, donde me críe, donde aprendí los significados de las cosas, donde siento que pertenezco, la tierra que me comprometo a defender. Pero también esta Tierra abusada y condenada a un futuro incierto por la avaricia del capital, que cultiva el odio y la guerra para seguir explotando gentes y geografías, perpetuando las injusticias y profundizando las diferencias. Quiero cantar que somos todos humanos, que habitamos un planeta que se nos va de las manos, quiero cantarle a la semilla, a la raíz, a la memoria, al rescate, a la reafirmación de lo que anhelamos y a la esperanza de que es posible, si trabajamos duro. Mientras tanto emocionémonos con canciones, con arte, con danza, con poesía, sigamos el trabajo de nuestros y nuestras artistas, seamos artistas también. Porque sin arte, sin música, la vida no vale nada.

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