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Foto del escritorZoraida Santiago

El Altar de la Patria

Actualizado: 23 sept

Al Altar de la Patria yo llegué cantando

Despierta de ese sueño, es hora de luchar

La historia se colaba entre las cuerdas de guitarra

Llegar a Lares fue mi despertar.

Y me acuné en la Patria,

y fue la música la Patria en mi.


El 23 de septiembre de 1968 fui con mi mamá a Lares. Aún cursaba el cuarto año de escuela superior. Y aunque no recuerdo detalles, me veo todavía subiendo aquella cuesta para llegar a la plaza, con un mar de gente que llenaba las calles, conmemorando el centenario de una gesta que solo celebrábamos algunos en el país, porque no era día de fiesta oficial. Aquella jovencita de 16 años presentía que aquel era un acto contestatario, que no era una fiesta cualquiera, sino una que buscaba afirmar una verdad oculta, un sentimiento patriótico prohibido pero palpitante en consignas, en discursos y en canciones. Iba yo con el pecho inflado de orgullo patrio.

El 4 de abril del año siguiente, como una asignación de la escuela, debía entregar un trabajo sobre el Grito de Lares. Mi madre me sugirió entrevistar a Juan Antonio Corretjer. Nos conocíamos bien, desde hacía años, porque Doña Consuelo era nuestra maestra de piano. Doña Consuelo iba a nuestra casa y estaba la tarde entera, porque todos los hermanos tomábamos clase con ella. Los visitábamos en su casa de Guaynabo y Doña Consuelo nos pedía que tocáramos alguna danza en su piano, rodeado de libros por todas partes, en la salita de aquella casa que recuerdo como una especie de refugio del mundanal ruido. En los recitales de piano que la maestra organizaba periódicamente con sus alumnos, veíamos a Don Juan, siempre presente, siempre de pie, mirando y escuchando serio, muy serio.

Llegué a las cinco de aquella tarde a la cita con Don Juan. Todavía conservo el manuscrito de aquella ponencia. Porque Don Juan me pidió que me sentara a la mesa, con él a la mano derecha y Doña Consuelo a la izquierda, para que escribiera lo que iba a decirme. Ella escribía también. Don Juan nos dictó, sin pausa y sin titubeos, una ponencia acerca de la influencia del Grito de Lares en las diversas organizaciones independentistas, del pasado y el presente.

Aunque tengo muy mala memoria, esa no la olvido. La imagen de nosotros tres sentados a esa mesa pequeña de comedor, que si mal no recuerdo, era redonda. Yo estaba próxima a cumplir los 17 años. Ni siquiera recuerdo los detalles de la asignación, ni para qué clase era, ni la nota que saqué. Todo eso se pierde en mi memoria. Solo la imagen, la sensación de estar viviendo un momento importante, luego de aquel despertar del 23 de septiembre de 1968. Hace poco conversaba con Aurea María Sotomayor, destacada poeta nuestra y también alumna de Doña Consuelo, sobre el privilegio que tuvimos de tener maestros como ellos. Por eso, siempre agradeceré a mi madre haberme llevado a Lares aquel día, y haber traído a Doña Consuelo a casa. Hoy, este otro 23 de septiembre, me llega ese recuerdo.

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